En diciembre de 1984, Juan Valdivia decide reordenar su banda, Zumo de Vidrio.
Rebautizada como Héroes del Silencio, en ella participan su hermano Pedro, como batería, y Enrique Bunbury, un bajista con una voz excepcional. Es el momento de composiciones como “Olvidado” y “Héroe de leyenda”, y de los primeros conciertos.
Pero la necesidad de que Enrique se centre en el canto y la renuncia de su hermano, suponen la entrada de Joaquín Cardiel, como bajista, y Pedro Andreu, como batería.
La nueva formación redobla sus esfuerzos en pos de un repertorio que le permita consolidar su poderoso directo y encerrarse en unos estudios de grabación.
Temas como “Flor venenosa” o “Hace tiempo” se van componiendo a base de trabajo intenso e inspiración.
El LP “El mar no
cesa” será el punto de partida de un sueño: conquistar los escenarios españoles y, por qué no, darse a conocer en el resto del mundo.
Es el directo la razón de ser de Héroes del Silencio. Sobre el escenario, los cuatro músicos se revelan como un grupo de rock and roll que lo da todo.
La primera gira importante, en 1988, se salda con 31 conciertos.
En 1989 llega la eclosión: 73 repartidos por toda la geografía nacional. Con algunas de los temas de “Senderos de traición” sonando anticipadamente, 1990 es la confirmación de un modo de vida: 56, a los que habría que añadir los cien de 1991, con el nuevo LP ya en las tiendas.
No se conforman con ser los reyes del directo en España.
Quieren conquistar Europa y América. Contra todo pronóstico Europa se rinde a sus pies. Mas adelante, con el “El espíritu del vino” y “Avalancha”, el fenómeno se hace internacional: Suiza, Bélgica, Italia, Francia, Suecia, Finlandia, y otros países como México, Chile, Argentina, Honduras, Costa Rica, Guatemala, Ecuador…Se convierten en el fenómeno global que continúan siendo.
Más adelante, con “El espíritu del vino” y “Avalancha”, el fenómeno adquirirá proporciones planetarias: Suiza, Bélgica, Italia, Francia, Suecia y después México, Chile, Argentina, Honduras, Costa Rica, EEUU, Ecuador y Colombia, entre otros países, les convierten en el fenómeno global que continúan siendo.
Guitarra
Su razón de ser, las guitarras eléctricas. Cuando era niño se quedaba mirando los escaparates de las tiendas de instrumentos, soñando con poseer una de ellas. La Fender Stratocaster fue su primera marca. Con ella compuso los arpegios y melodías que vertebran las canciones de “El mar no cesa” y “Senderos de traición”, quizá la música más personal de la banda. Luego llegó la Gibson y la querencia por los riffs más elaborados, que rayaban con el hard rock, como demostró en “El espíritu del vino” y “Avalancha”. Un viaje sublime.
Voz
No hay muchas voces como la suya, potente, modulada, de una tesitura extraña en el mundo del rock. Y sabía escribir poemas que se transformaban en las letras de las canciones. Por si fuera poco, tenía imagen, descaro para enfrentarse a las cámaras, a los periodistas, a las situaciones más imprevisibles. Su capacidad para llenar los escenarios resultó asombrosa. Como un potro desbocado, los cruzaba a la carrera de lado a lado, se subía a las P.A., se lanzaba sobre los fans de las primeras filas. Nunca lo dejaron caer al suelo.
Bajo
Las bandas de rock necesitan armonía. Musical, desde luego, si quieren progresar más allá de los cuatro acordes y compases al uso. Espiritual, también, si no quieren devorarse unos a otros en esa extraña competición entre egos que siempre se desata. Como amante de la música clásica, Joaquín aportó una expansión del sonido del bajo, que ya no solo sería percutivo. Y un equilibrio emocional que propició que la banda se moviera, casi hasta su disolución, por los senderos de la amistad y la camaradería.
Batería
El hombre del ritmo, capaz de adaptar la batería a las canciones. Rock and roll. Así se convertiría en el mejor batería para Héroes del Silencio. Y uno de los más sobresalientes del panorama nacional.